En mi caso, es un referente de infancia, porque estudié en el Colegio Infantil, que quedaba al frente del teatro. La mamá de una compañera era quien atendía la dulcería y el papá de alguien que, años después, sería compañero de estudio y amigo de un hermano, era quien hacia las veces de portero, cuidandero y no sé qué más. Quien sería luego mi amigo, Germán, era el proyeccionista del teatro. El kiosko de las boletas era un lugar inmejorable para hacer la broma de haber desaparecido de un momento a otro, cosa que ví muchas veces y de la que fuí víctima en más de una ocasión. Cuando llovía, era el mejor descampadero porque nos deleitábamos con la gran cantidad de afiches y fotografías de las películas que presentaban y que venían. A veces era el lugar propicio para seguir el partido de fútbol con la pelotica de letras. Años después habíamos de saber que Gabo se volaba del colegio a ver películas con sus compañeros y que cien años atrás era lugar obligado para la zarzuela. Fue el lugar donde supimos por primera vez de Caperucita, por medio de una obra de teatro que nos impactó con el gran impacto del disparo del cazador que llega a matar al lobo y salvar a la abuelita. Luego viniveron las películas de Cantinflas y el matinal o el matiné doble de los domingos. Las películas de vaqueros y las de gangsters, que anunciaban el país que nos tocó. Llega la adolescencia y con ella el cine que nos empezó a fascinar. Es el lugar del recuerdo inmemorable en que fuimos con el papá o con la mamá a cierta película. Luego fuimos en gallada con hermanos y amigos. Después con la novia o con el amigo del alma con el que nos vimos más de cien películas en un año. Fue el lugar en el que soñamos nuestros primeros proyectos culturales y luego, hasta hoy, un enclave de nostralgia que vemos como decae y desaparece paulatinamente, como es apenas natural en una sociedad que no se conoce porque no tiene un proyecto de país. Una vez más, aparecen nuevos ecos de restauración, con nuevos vientos, de jóvenes y adultos que sueñan con soñar. Con mis palabras, comparto este artículo del portal Las dos orillas, en el que se anuncia, una vez más, la destrucción del teatro y las posibles soluciones. Amanecerá y veremos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario